jueves. 25.04.2024
El tiempo
Opinión

Una pesadilla con aire acondicionado

Una pesadilla con aire acondicionado

Qué difícil es encontrar una novela contemporánea que solo en el prefacio, diga tantas cosas imperecederas como la que publicó Henry Miller en 1945 con el nombre de Una pesadilla con aire acondicionado.

Es curioso también, por utilizar un apelativo lábil, cómo esta novela, escrita por semejante escritor de culto, no ha sido traducida al español hasta octubre de 2013, o sea, 68 años después de ver la luz en el mundo anglosajón (si exceptuamos a los EEUU, uno de los pueblos en donde más censura existe a pesar de las proclamas librepensadoras. Las obras de Miller empezaron a leerse en su país en las décadas de los 60 y 70, vencida la censura por la presión mediática).

Hay que agradecer a Navona Editorial que alumbre al hispanolector con semejantes delicias, y también, que cuente para estas tareas con un traductor de tanta habilidad y sensibilidad como las que posee el poeta José Luis Piquero.

Miller dice en el lugar y libro referidos sobre los EEUU de entonces, algunas joyas como las que siguen, y que, como podrán comprobar los lectores, son perfectamente aplicables a la Europa actual:

(...somos una muchedumbre vulgar y pujante cuyas pasiones son fácilmente excitables por demagogos, periodistas, charlatanes religiosos, agitadores y todo eso.)

(...Ya no socorremos a los oprimidos y a los sin techo; (...) ¿Dónde está el espíritu democrático? ¿Dónde están los líderes? (...) los hombres no pueden ser hermanos si no llegan a ser previamente pares, es decir, iguales en un sentido regio.)

[...Creo, con John Stuart Mill que "un estado que empequeñece a sus hombres para convertirlos en instrumentos más dóciles en sus manos, aunque sea con propósitos benéficos, descubrirá que con hombres pequeños no pueden realmente llevar a cabo grandes cosas."]

(...Ahora estamos en una situación que llaman de "emergencia nacional". Veamos ahora si al desempleado se le da trabajo y al pobre, vestido, casa y alimento; veamos si el rico será despojado de su botín y obligado a soportar las privaciones y sufrimientos del ciudadano corriente; veamos si todos los trabajadores de América, sin importar su clase social, habilidad o capacitación, pueden ser persuadidos para aceptar el mismo salario; veamos si el pueblo puede expresar sus deseos de manera directa, sin la intercesión, la tergiversación y la incompetencia de los políticos; veamos si somos capaces de crear una auténtica democracia en vez de la farsa que finalmente hemos de defender; veamos si podemos ser justos y honrados con los nuestros, por no decir nada del enemigo al que sin duda vamos a vencer.)

Cuando uno lee semejantes cosas en una novela empieza a entender de verdad el valor del arte, de la ficción narrativa en este caso, para asentar en el pueblo los principios de libertad, igualdad y legalidad que proclaman las Constituciones y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.

Cada vez tengo más claro que no debemos esperar una mejora de la calidad de vida en la humanidad que provenga de los sistemas organizados de poder, sean estos los que fueren. Cada gota de libertad ha de ser defendida con uñas y dientes ante los involucionistas que pretenden llevarnos una y otra vez al oscurantismo. Reitero. Hay que plantarse y decir de aquí no se pasa: no se eliminan más derechos, ni uno.

Comentarios