jueves. 25.04.2024
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V encuentro de Polillas de la LVI Promoción del Colegio de Guardias Jóvenes de la Guardia Civil de Valdemoro

Ya estamos frente a la Blanca Paloma, me pregunto si han pasado segundos minutos, horas… desde que llegamos a la Aldea —no existe el tiempo —me respondo. Segundo milagro: las rejas que protegen a la Virgen se encuentran abiertas.
V encuentro de Polillas de la LVI Promoción del Colegio de Guardias Jóvenes de la Guardia Civil de Valdemoro

Huelva 29 de septiembre de 2018 (segunda parte)

…ya, sobre las tres de la tarde pisamos la arena de la Aldea del Rocío; somos una sesenta personas entre “polillas”, esposas, célibes y demás. La fuerza de los rayos del astro rey nos obliga a bajar las cabezas y a casi contar los granos de arena que tenemos por delante, el relinchar de algunos caballos, a veces nos despierta del sopor.

Un sonido musical de tamboril y flauta nos hace salir del letargo, reanima nuestro cansino paso y pienso que también nuestras almas: Lorenzo, el tamborilero, con su sombrero cordobés de raso pajizo, camisa blanca y acampanado pantalón de color azul, a la vez que camina con sus botas de cuero, hace salir de sus instrumentos de percusión y viento unas hermosas notas musicales,  que nos transporta como en una lenta volandera hasta la casa de la Señora, la cual se distingue majestuosa a unos doscientos metros de distancia.

Una vez en el porche de la Ermita ¡¡alegría y jolgorio!! Se acaba de terminar la celebración de una boda, trajeada gente transita por el lugar, se saludan unas a otras, se sonríen y todo es felicidad. Son  unos cinco minutos de espera, no mas y se produjo el primer milagro: el organizador del evento del V encuentro de  Polillas de la LVI Promoción del Colegio de Guardias Jóvenes de la Guardia Civil  de  Valdemoro, Francisco Granado comunica que podemos  “entrar ya y a son de flauta y tamboril”. El tamborilero lo mira sorprendido, se quita el sombrero ceremoniosamente y colgándolo por el barboquejo en su brazo izquierdo, donde también sostiene el instrumento de percusión y la flauta en su mano, mientras  con la diestra blande la baqueta, la música comienza y empezamos a cruzar el pórtico de la gloria,  creo que más de uno con el alma encogida, el corazón más que acelerado, carne de gallina, vello erizado y alguna que otra lagrima.

A mitad del camino, entre el altar y la entrada, nos cruzamos con otra comitiva de feligreses que también salen acompañados a son musical, ambos tamborileros se saludan —¡señorío de ambos dos! —me digo.

Ya estamos frente a la Blanca Paloma, me pregunto si han pasado segundos minutos, horas… desde que llegamos a la Aldea —no existe el tiempo —me respondo. Segundo milagro: las rejas que protegen a la Virgen se encuentran abiertas.

Tras unos segundos de receso, meditación, rezo y recuerdos por los que ya no están, por los que no pudieron venir, por los enfermos y colocar a los pies de la Señora el ramo de flores correspondiente, comienza a sonar el son instrumental del tamborilero: la Salve Rociera. Maños, cántabros, madrileños, valencianos, extremeños, alicantinos, turolenses, murcianos, andaluces, canarios y andaluces—canarios entre los que me encuentro y otros que no recuerdo, tratamos de entonar lo mejor posible el canto, ganas no faltan, lágrimas tampoco. Una mujer con abanico en su diestra, solloza. Apretones  de manos y miradas de congojas ¡¡sobrecogedor el momento!!

Una vez terminado el acto solemne, nos despedimos de la Virgen de las Marismas y volviendo sobre nuestros pasos salimos de la Ermita, ahora toca la degustación de productos de la tierra, el ágape de confraternidad y el recuerdo de los cuarenta y cuatro años transcurridos desde la salida del Colegio.

Tras tomar unos aperitivos en una terraza existente en la parte alta del restaurante, la cual por cierto, tiene una hermosa vista de la verde marisma, ahora sin apenas agua debido al el intenso verano, se divisan algunos caballos pastando, pocas aves revolotean, pinos piñoneros, acebuches y un impoluto cielo azul.

Seguidamente entramos en el comedor, espacio sobrado para los asistentes donde ya se encuentran servidos algunos entremeses y bebidas. Poco a poco empiezan a llegar gambas de Huelva por supuesto, jamón serrano ibérico, choco frito, pescado, secreto ibérico y demás viandas.

Tras la entrega de recuerdos a los asistentes, comienzan los actos propios del encuentro: cantos de los himnos de la Guardia Civil y  del Guardia Joven; ahora afloran los recuerdos de antaño, sobre los diecisiete años casi todos, muchos huérfanos, todos lejos de sus familias, todos hermanos de sentimientos y unidad en momentos buenos y malos. Firmes como tablas y con puños rabiosamente cerrados, con la barbilla levantada, las lágrimas resbalan por las mejillas, nadie se mueve, algún que otro nudo en la garganta casi impide el cántico. Una vez terminado, abrazos entre polillas y familias y compromiso de verse otro año.

Como no, ahora toca el baile,  por el lugar las sevillanas. Se forman distintas parejas y se turnan los participantes. Pasado el tiempo y tras numerosos cambios, queda la que a mí, y pienso que a otros muchos nos llama poderosamente la atención y dan una lección de baile, sin apenas conocerse: ¡¡Èlla andaluza, él murciano. Élla de pelo negro y morena piel, él de bigote albugíneo y blanca tez. Élla de baile que le sale del alma, el de baile de academia al cual le pone el corazón. Élla pura calma, él puro nervio. La paz y la tormenta bailaron. Una delicia para el ojo humano!!

Poco a poco y por imperativo de la agenda del local, se tiene que dar fin a la fiesta, lentamente y a desgana nos vamos introduciendo en el autocar. Volvemos a Huelva capital.

El tercer milagro, el más importante  debe tener una historia aparte

  1. Muchas felicidades a Francisco Granado y señora por el gran trabajo y paciencia que han tenido para que este encuentro haya resultado sublime.

Manuel Reyes Fraile Diez