viernes. 19.04.2024
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Las Posadillas celebra su fiesta fin de campaña con matices multiculturales

Ha generado más de 1.000 puestos de trabajo directos en los picos más altos de la campaña
Las Posadillas celebra su fiesta fin de campaña con matices multiculturales

Para Las Posadillas de Mazagón la campaña está siendo larga, dura y distinta. Comenzó a finales de noviembre con la recolección de las primeras fresas y se extenderá hasta mitad de julio con las últimas. En medio, un clima distinto al habitual: temperaturas más altas de lo común en invierno y una primavera fría y lluviosa. Sin embargo la experiencia, la apuesta por nuevas variedades y la habilidad de estos agricultores para hacer de la adversidad un beneficio han contribuido a que el balance sea positivo y hayan generado más de 1.000 puestos de trabajo directos en los picos más altos de la campaña de los que todavía se conservan más de 600.

Ya es una tradición que las Posadillas por el mes de junio celebre una fiesta de agradecimiento a todos sus trabajadores antes de marcharse a sus países de origen, pero este año, como la campaña, ha sido distinto. El final tardío ha demorado el evento hasta principios de julio y lo ha trasladado a un entorno distinto.

Tradicionalmente esta fiesta se celebraba en las instalaciones de las Posadillas, en un ambiente familiar, con no más de 400 personas. Pero el crecimiento que la empresa ha experimentado ha convertido al espacio en pequeño, obligando a la organización a cambiar el emplazamiento. Distinto lugar, pero la misma esencia, una empresa que por mucho que crezca conserva ese ambiente familiar que en los años 80 Antonio Domínguez Cumbreras sembró y que ha ido abonando sus hijos Antonio y Manuel Ángel. Y de esa siembra han cosechado éxito: se han sumado hectáreas de producción, se han abierto mercados y se han multiplicado los trabajadores, pero ellos siguen llamando a cada de uno de ellos por su nombre, se preocupan de su bienestar y agradecen su trabajo de la misma manera que les exige esfuerzo. Algunos vinieron hace más de 20 años y se quedaron, otros van y vienen desde hace más de una década y los más nuevos se marchan con ganas de volver. La mejor certificación de trabajo de calidad.

Con esos cimientos la fiesta fin de campaña no es más que un fiel reflejo de integración, de convivencia y de felicidad. Porque todas esas mujeres y hombres sienten la recompensa de su trabajo con algo más que un sueldo. La mayoría son extranjeros, procedentes de Marruecos y Rumanía. Que apartan su vida cotidiana durante unos meses en busca de un trabajo que les permite aportar beneficios a su familia para vivir el resto del año.

En esta fiesta se unen todos. Con velo, sin velo, en chilaba, en minifalda, con traje de gala, de chaqueta o en deportivas. Menú libre de cerdo y de alcohol. Guiño a Huelva con gambas blancas para todos los comensales. Música representativa de los diferentes países. Y como resultado euforia, felicidad. Piden fotos a sus jefes para mostrárselas a sus padres, maridos, esposas, hijos, amigos… hacen videoconferencias durante la cena para ellos también sean partícipes de esa noche de diversión. Un alivio seguro para los que sufren la ausencia en la distancia y que se reconfortan con ese gesto universal que no entiende de religión, ni frontera ni de idioma: la sonrisa.

Esta es la dimensión de un mundo globalizado. Las Posadillas en estado puro.