viernes. 29.03.2024
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Opinión

La Garza (I)- Una cuestión de educación

La Garza (I)- Una cuestión de educación

El feminismo es tendencia. Ocupa espacio en los informativos, tertulias de televisión, portadas de periódicos. La revista Time ha entregado su célebre portada de “persona del año” a las mujeres que se atrevieron a hablar. No cabe duda: el debate feminista está más vivo que nunca.

Mucho ha llovido ya desde que “La mística de la feminidad” de Betty Friedan despertara la llamada Tercera Ola del feminismo. Desde entonces, la sociedad ha seguido cambiando y evolucionando poco a poco, hasta el punto de que hay quien considera que la igualdad plena ya estaba más que conseguida.

La furia con la que el debate feminista ha vuelto a la opinión pública demuestra que no.

“¿De qué se quejan estas mujeres? ¿Qué narices quieren? ¿Es que no van a dejar de protestar nunca? La vida también es dura para mí, ¿qué pasa conmigo?” Estas son algunas de las réplicas que con más frecuencia me he encontrado en los últimos años y, a mi modo de entender, reflejan más una profunda incomprensión sobre lo que está pasando.

Existen en Internet muchas páginas y muchas tribunas que abordan el feminismo de forma mucho más combativa que esta Garza que presento hoy. Esta columna nace con una voluntad fundamentalmente didáctica y divulgativa, una puerta de entrada para simplificar un mundo rico y complejo para aquellos que quieren aprender, que quieren entender qué narices está pasando pero no saben por dónde empezar.

Feminismo 1.0.

 Aún quedan temas pendientes de resolver en la agenda feminista, aunque algunos no lo vean. La igualdad social real es una utopía más cerca que hace 20 años pero aún demasiado lejos.

¿Por qué el feminismo sigue siendo necesario? ¿Por qué esto, que antes estaba bien ahora está mal? ¿O ha estado siempre mal? ¿Puedo decir un piropo? ¿Es machista abrirle la puerta a una señora? ¿Se puede decir señorita o tengo que decir siempre señora? Esas son las pregunta a las que intentaré dar respuesta en la medida de mis posibilidades.

Dicho de otra forma, no pretendo predicar al converso, para quien estas columnas se quedarán necesariamente cortas. Pretendo explicar desde la argumentación y la lógica qué pasa y por qué pasa.

Escribo estas líneas con personas muy concretas en mente, hombres y mujeres. Personas a las que quiero mucho y que me consta que actúan siempre de buena fe y no pretenden ofender a nadie. Personas que se sienten atacadas e insultadas si se te ocurre decirles que son machistas o misóginos porque en realidad no quieren ofender ni herir a nadie.

Ellos actúan inmersos en una cultura que ha favorecido y aplaudido comportamientos y actitudes que suponen, en realidad, una falta de respeto hacia todo un colectivo: las mujeres.

Recuerdo haber leído a Caitlin Moran, en su libro “Cómo ser mujer”, concluir que después de años de pelea con amigos y conocidos por decir “tal cosa es machista” había acabado por cambiarlo a “eso es una falta de educación”.

Moran contaba cómo la gente solía responderle mejor porque nadie quería ser maleducado ni faltar el respeto, pero no sentía el rechazo frontal que les provocaba la palabra “machismo”. Esta columna va sobre todas esas pequeñas “faltas de educación” que cometemos diariamente contra las mujeres y a tratar de explicar y contextualizar lo que está sucediendo.

No pretendo sentar cátedra porque, evidentemente, no lo sé todo. Pero sí quiero compartir lo que he aprendido como mujer y como periodista en un mundo que aún es más de los hombres que de las mujeres. Compartirlo, explicarlo de la mejor manera posible y dejar que cada cual saque sus propias conclusiones.

Como decía al principio de este artículo, el feminismo es tendencia. Pero una tendencia que ha venido para quedarse.

Mejor cojan palomitas.