jueves. 28.03.2024
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Un onubense saca a la luz una parte oculta de la Guerra de África

Jesús Ortega rescata una libreta manuscrita de su abuelo en la que relata sus experiencias en el conflicto bélico de los años 20
Un onubense saca a la luz una parte oculta de la Guerra de África

Hay ocasiones en las que un acontecimiento histórico narrado por la prensa o la televisión reaviva el interés por la época. Esto está sucediendo con la serie emitida por Antena 3 y titulada ‘Tiempos de guerra’, centrada en la Guerra de África librada en los años veinte. Hablando de esta serie en una taberna de Galaroza, alguien recordó un viejo manuscrito de un familiar sobre el tema y se puso manos a la obra. Por fin, una investigación ha rescatado del olvido una libreta que relata las vivencias de un cachonero en la Guerra de África. Se trata de Rafael Navarro Tovar, quien vivió en primera persona los acontecimientos bélicos de principios del siglo pasado en el continente vecino. El trabajo ha sido llevado a cabo por su nieto, Jesús Ortega Navarro, colaborador de la Asociación Cultural Lieva, quien ha impulsado el estudio sobre el cuaderno, que está fechado el 3 de octubre de 1923 y narra la Campaña en África desde el 28 de julio de 1921 hasta el 18 de octubre de 1922.

El documento comienza con una cita sobre su contenido, “Esta libreta contiene todo lo que me ocurrió mientras estaba cumpliendo el servicio militar, que es algo histórico, por el motivo de que estábamos en periodo de Guerra”, y continúa con el propio nombre del autor y los datos del lugar donde servía, el Regimiento de Infantería Cuenca Nº 27, 3ª Compañía, Vitoria.

El militar describe la salida desde Vitoria, el embarque en Bilbao hacia tierras africanas y las fatigas pasadas en el campamento, durmiendo en el suelo y con muy poco agua para beber. Larache y Nuade fueron sus primeros destinos, con marchas de hasta 25 kilómetros diarios y “un calor que nos quemaba”. Según su testimonio, “la sed era más temida que la muerte”, por lo que cambiaban el agua por vino y se adentraban en territorio enemigo en busca del líquido elemento.

El 29 de agosto de 1921 llegaron a Nevada y a los dos días de estar en este campamento tuvieron la primera escaramuza bélica. Se oyó un tiroteo en el Río y “era que estaban atacando los moros a la cuarta Compañía que se encontraba en el Río, a unos dos kilómetros del Campamento”. Fueron a ayudar a los compatriotas, pero “por pronto que acudimos en defensa de aquellos pobres que se encontraban en el Río, ya cuando llegamos nosotros, los moros habían hecho de las suyas. Llegando nosotros ya vimos allí los muertos y heridos, y algunos pobres que murieron desnudos porque se estaban lavando las ropas”.

En este Campamento estuvieron desde el día 29 de agosto hasta el día 9 de noviembre, a pesar de que había constantes ataques enemigos y de que “el agua estaba muy escasa y muy lejos, lo cual era la causa de que cayéramos tantos malos. Había veces que teníamos que beber barro por agua”.

Estuvieron posteriormente en el campamento ‘Ras Renel’ y en Larache, saliendo el 15 de diciembre para las primeras operaciones de Berbel. Se cuenta lo allí sucedido, con enfrentamientos con los marroquíes, saliendo a las cinco de la mañana y sin poder retirarse “hasta las ocho de la noche, porque el enemigo era numeroso, sin poder utilizar los cañones y llevando de noche a los heridos y muertos en camilla sin poder ver nada. “Los oficiales iban delante de nosotros encendiendo cerillas y dándole fuego a las matas para que nosotros pudiéramos ver, continúa Navarro, y gracias que aquella noche no nos atacaron, porque el enemigo estaba bastante retirado, que si no nos hubieran matado, porque no sabíamos ni por donde andábamos. Por fin, pudimos llegar al Campamento a las diez de la noche, muertos de cansados y todos llenos de fango”.

Tras muchas idas, venidas, caminatas y campamentos recorridos, llegaron a Muire, donde permanecieron hasta el 21 de enero. El combate más feroz fue el 18, en que “las balas llovían de todas partes y no dejaban de caer mulos y caballos muertos, y mucho heridos”. El relato es estremecedor, ya que se indica que “aquel día fue uno de los peores de la Campaña, las balas pasaban encima de nosotros, ya no pensaba uno en la muerte ni en nada.Por fin, pudimos hacer la retirada a las siete de la tarde; que bien creíamos que tenía que ser más tarde. Llegamos al campamento muertos de cansados, con cerca de once kilómetros de camino que había de la línea de fuego al campamento y con un muerto a cuestas. Estaba casi lloviendo, todo el camino lleno de fango. Llegamos al campamento descalzos porque las alpargatas se nos salían de los pies. Tuvimos que dormir en suelo pelado, y la ropa se nos secaba encima, porque no teníamos otra que ponernos”.

Posteriormente, el 23 de enero marcharon al campamento de ‘Frata’, dónde “pasamos los peores días de la campaña” por el frío y la lluvia, estando “los caballos y las bestias a la intemperie, así que toda el agua les caía encima, y todas las mañanas aparecían bestias muertas, y siempre estábamos mojados y sin más cama que el suelo. Muchas noches teníamos que dormir sentados porque el agua se metía debajo de la tienda y el viento tiraba las tiendas”.

El cuaderno narra diversas vicisitudes hasta embarcar en el ‘Marques del Campo’, buque que, cuatro días después, les desembarcó en Pasajes el 18 de octubre. La llegada al cuartel en Vitoria fue igualmente emocionante, con bandas de música, cohetes y vítores. En la Plaza de la Virgen Blanca recibieron un sermón religioso y tuvo lugar un desfile por la calle Dato, abarrotada de público.

El colofón a este manuscrito es el poema “Adiós Larache maldito, matadero de españoles, que tienes el campo regado con sangre de españoles y tienes un cementerio en todas tus posiciones". La labor de Jesús Ortega rescatando esta libreta y transcribiéndola no se limita a dejar constancia del sufrimiento de su antepasado, sino que ha ido más allá, buscando fotografías de su abuelo y preguntando por anécdotas y vivencias de su familia. De esta forma ha podido averiguar que su bisabuela, la madre del héroe, no se acostó en su cama durante el año largo que permaneció su hijo fuera de casa. Todo este tiempo durmió en el suelo, esperando el regreso de su vástago, y trabajando para donar el dinero conseguido a los más necesitados del pueblo.