jueves. 28.03.2024
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Opinión

La cara por delante

Qué difícil es ver un comentario (en redes sociales) positivo de algo. ¿Es que sobre ningún tema hay nada bueno que decir?

A lo largo de la Historia, los cobardes siempre han buscado cobijo bajo el ala protectora del poder, o de una máscara, o de un pseudónimo, para hacerse los ¿valientes? y decir o hacer aquello que jamás se atreverían a decir a cara descubierta, con nombre y apellidos. No es nada nuevo, pero sí algo que ha proliferado y se ha multiplicado en los medios digitales con los comentarios a las noticias firmados por anónimos o por sobrenombres irreconocibles y también en las redes sociales, con esos perfiles impersonales tras los que algún que otro desalmado se esconde para vilipendiar al que se le venga en gana.

Y qué quieren que les diga. A mí que la gente critique me parece genial. De la crítica constructiva normalmente se saca algo positivo, conclusiones que ayudan a mejorar las cosas. Lo que no me entra en la cabeza es el ensañamiento, el emponzoñamiento y la mala fe que advierto en esos comentarios, sea del tema que sea, que aquí nadie se escapa.

¿Tanta mala sangre tiene la gente guardada dentro? Qué difícil es ver un comentario positivo de algo. ¿Es que sobre ningún tema hay nada bueno que decir? ¿O más bien es que solo participan personas amargadas y avinagradas?

De lo que no me cabe duda, y es fácil de comprobar, es que ninguno de estos cortatrajes dan ni darán jamás la cara. ¿Valientes? Valientes mierdas, y perdónenme de nuevo el lenguaje de aquí al final de la columna, pero es que no me sale de otra manera. Para ser tan chulo hay que cumplir al menos uno de estos dos requisitos: o tener mucho dinero o tener un par de huevos. Y estos que se esconden cada día tras el cobijo de un ‘nick’ y se despachan con quien se les ponga por delante no sé si tendrán dinero, pero cojones, con perdón, pocos.

Y ya no es una circunstancia que se dé solo a nivel nacional. La tenemos a la vuelta de la esquina. La proliferación de medios digitales de ámbito local y provincial hace que también se reproduzcan como setas los cobardes que ponen a todo dios a caldo protegidos por un sobrenombre graciosillo en el que intentan volcar la limitada creatividad con la que fueron dotados. Lo peor es que, seguramente, y haciendo gala de su arrojo (nótese la ironía), seguro que por la calle o en los numerosos actos públicos a los que asisten, saludan a brazo partido al pobre interfecto al que luego despellejan sin piedad y con avidez mientras aporrean las teclas.

Siempre abogaré por la libertad de expresión, faltaría más. Pero insultar de esa manera, con ese ensañamiento, con esa crudeza, y encima protegido por la máscara del nick graciosillo y malicioso, traspasa cualquier límite de la libertad de expresión. Uno es libre cuando da la cara y puede decir sin cortapisas lo que piensa. Y lo peor es que en este país la difamación, el insulto y la lapidación mediática salen gratis.

Señores, los huevos en la mesa y la cara por delante.