jueves. 25.04.2024
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Mar Luque. Sus tres noes en la vida. Más allá del amor

Mar Luque. Sus tres noes en la vida. Más allá del amor

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Los estereotipos, que no las apariencias, suelen hacernos caer en el error del enjuiciamiento ligero. No me voy a andar con artilugios literarios en esta entrevista, ni con juegos de palabras, más o menos bonitas, para adornar su contenido. Ni siquiera voy a cambiar, como suelo hacer en muchas ocasiones, la escena de la misma. No. En este caso me niego. Y no lo hago porque cuando uno descubre la belleza interior de una persona da absolutamente igual donde la ubiques. No tienes porqué. La belleza está en su interior, estemos donde estemos. El lugar como la belleza exterior, en este caso, es lo de menos. Estamos en el mes de los Cupidos, de los Valentines y las Valentinas y quisiera que esta semblanza, que un principio estaba dirigida a narrar el porqué y el como de una mujer marcada por el destino, sea un canto al amor. A Mar Luque, una dadora de Amor.

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La conozco, a Mar, de hace ya unos cuatro años. Mi antiguo trabajo en Plaza Niña hacía que diariamente coincidiéramos tomando café en el cercano bar “La Borriquita,”cuando ella dejaba a sus hijos en el colegio María Inmaculada y llegaba acompañada de su inseparable gran amiga Eva Martín. En un principio pensé que se trataba de una de las muchas madres que a esa hora de la mañana repetían la misma operación. Luego, que se trataba de una profesora del Centro. Finalmente, que trabajaba en él. Pues ninguna de las hipótesis eran entonces cierta. Lo único cierto es que siempre hubo algo en ella que me llamó la atención y no podía encontrar que era. Un gesto, unos ojos alegres que luchaban por vencer un velo interior triste y los  que siempre perdía, una media sonrisa que escondía un corazón entero y grande. No sé. Lo que si sé es que el tiempo hizo que congeniara con ella y Eva y, desde entonces, mantuvieramos una relación sincera y amistosa a pesar de dejar ese lugar de encuentro matinal. Pero ya entonces llegaron a mis oídos la valentía de una madre coraje  y sus circunstancias personales.

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Y esta fue mi idea al sentarme esta mañana en un rincón aislado de Le Petit Café. Hablar sobre lo que de oída había escuchado, pero nada más que comenzó a decir la dulzura de su voz y de sus ojos me llevaron a ver la otra cara de Mar Luque. La persona con unas ansias inmensas de vivir, dar y recibir amor.Esta mujer nació a las puertas del invierno del año setenta y dos, del siglo pasado, en Madrid. Los recuerdos de su infancia por tierras madrileñas les suenan muy remotos. sólo se le vienen al recuerdo que era una niña tímida y el concepto de luz que le suponía la palabra familia, algo de los juegos infantiles con sus primos en San Sebastián de Los Reyes o en Aluche. Pero poco más. Su padre empleado de banca nació en Badajoz, pero de padres onubenses y casó ,en uno de sus destinos del abuelo ferroviario, con una madrileña. Por ello, cuando se le presentó la oportunidad de recalar en Huelva no se lo pensó dos veces y se vino con toda su familia a la ciudad de sus mayores.

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No notó el cambio de residencia ni de ambiente. Era tímida, reservada y le gustaba la vida familiar. Su hermana mayor era su amiga y más tarde se convertiría en su guia y espejo a seguir.  Hasta octavo de E.G.B. estuvo en el colegio Virgen del Pilar y luego pasó al instituto Diego de Guzmán. Seguía siendo una jovencita de pocas amigas, no más de tres o cuatro, pero demostró ser una muy buena estudiante que aprobaba los cursos sin problema alguno. No obstante, a partir de los quince años comienza a salir en el grupo de su hermana y frecuenta lo que entonces era normal en la juventud onubense de los ochenta. Paseo por Santa Fé, refrescos por El Crápula y otros bares semejantes de la zona de La Piterilla. Pero su padre tenía unas reglas familiares rígidas y tenía que estar en casa a las diez de la noche. “Como la canción de Serrat·, me decía esta mañana. Justo Luque, al que tuve la fortuna de conocer y de gozar de su amistad en su época de La Banca Nacional de París, junto a tantos buenos compañeros de esa etapa, era muy formal y serio en esas cosas del horario y en todo lo que se refería a la educación de  sus dos hijas y del hijo menor. Pero a Mar tampoco le importaba mucho. no era muy amante de las diversiones propias de la edad y se metió, por ello, en la parroquia de San Leandro donde haría muy buenos amigos y le estaría esperando un primer Noe fallido en esta vida.

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Al terminar el COU decide matricularse en Turismo y vive una época muy bonita y diferente. Se encuentra ya realizando estudios superiores con un grupo reducido de compañeros, fue de la tercera promoción, en un ambiente distendido y mucho más maduro. Aún recuerda con mucho cariño a Jordi Martí, unos de sus profesores y aquellos viajes a Fitur o a Londres. Antes de terminar la carrera hace las prácticas en el hotel Monte Conquero y ello le ayudó a a perder su natural timidez. El trabajo en Recepción, el contacto directo y diario con los clientes le hicieron madurar y fortalecer su personalidad.Y una vez acabada la carrera de Turismo el hotel la vuelve a llamar y le ofrece un contrato de seis meses. Sin embargo, el destino vuelve a abrazarla con su halo misterioso y un buen día, sin ella saberlo, su hermana le presentó una solicitud para unos exámenes en el antiguo El Monte de Sevilla y Huelva. Sin mucho esfuerzo saca una de las notas más alta que le permite entrar en el mismo. El segundo noe vital se ha hecho realidad. Nunca trabajaré en un Banco. Pero continúa la ruleta profesional. Pasa seis meses felices en la sucursal de Villamundaca y vuelve al Monte Conquero durante tres años.

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Allá por los comienzos de la década de los noventa conoce a un amigo dentro del grupo de San leandro. Era un chico extrovertido, amigo de sus amigos y con un carácter humano y humanitario inexplicable para su edad. Siempre lo trató como tal. como el gran amigo que era, qué siempre estaba allí en los momentos buenos y malos y cuyos consejos convertían en nada sus presuntos problemas. Sin embargo, siempre existe un momento en tu corazón con el que no cuenta la razón yeis años después, en La Ría de Punta Umbría, una carta que Lorenzo le ofrece le hizo perder el sentido y caer en ese primer noe que anteriormente cité.Nunca me enamoraré de Lorenzo.o una puerta al amor sacro, entendiendo por tal a aquél que se consigue después de tener una base de amistad cimentada y fuerte. De modo que justo cuatro años después, deciden casarse y tragarse su tercer y último NO. Fue en una abarrotada Parroquia de San Leandro, en el Polígono de San Sebastián, y vestida de novia de dos cuerpos, corpiño y falda. Es en este momento cuando su historia se tronca en un animal de dos cuerpos. Uno el familiar, donde el amor que siente por su marido va siempre en aumento y llega a depender de su presencia sin la cual no podría vivir o la vida tener sentido,. En 2.002 nace su primera hija, Carolina; en el 2005, Mirián y en el 2008 el varón, Daniel. Sin embargo, la vida profesional de ambos se convierten en un duro reto diario y muy diferente la de una que la del otro.

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Mar sigue con su positiva labor de estudios y se presenta, junto a su entonces aún novio, a unas oposiciones para ingresar en el extinto Banco Central Hispano. Fué una etapa bonita pero muy dura. Seis meses estuvo en la sucursal de Palos de La Frontera; otros seis meses en Cartaya y al firmar su tercer contrato coincide con la fusión del Central con el Banco de Santander. Es el principio del fin. Mientras tanto, Lorenzo sigue probando suerte en eso que más le gusta y ama, trabajar con los disminuidos psíquicos y, sin embargo, cosas de la vida, aprobó unos exámenes para ingresar de Vigilante de Seguridad, en una importante empresa afincada en Huelva. Todo le fue bien al principio. Era un trabajo más bien de cara al público en recintos administrativos y de ayudarles en los trámites que estos ignoraban. No obstante, estas empresas están sujetas a los concursos administrativos y a los cambios de titularidad. Pasa a otros destinos y lo que ve y vive ya no es de su agrado. No está en su espíritu pacífico y humanitario el ejercicio coactivo de sus funciones en determinados centros, de los muchos itinerantes que se les asigna. Por su parte, Mar Luque continúa su lucha en adaptarse o adaptar, mejor dicho, a los nuevos empleados del Santander al funcionamiento informático que tenía el Central.

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Mientras tanto, los niños crecen y tienen que decidirse por el colegio para su educación. El destino hizo que algo del ayer se fuera a convertir en un gran alivio emocional y amistoso en el futuro. En San Leandro había conocido a Eva Martín y a Abraham y la amistad desde entonces entre las dos mujeres era fraternal. Los padres de Eva, Antonia y Pepita, eran los propietarios del colegio María Inmaculada. Un Centro de ideario cristiano muy acorde a los que tanto Lorenzo como ella habían vivido. Allí ingresan las dos mayores y posteriormente, el pequeño Daniel. El sentido de la familia, muy importante en ese ideario académico, es fundamental ya de por sí muy esencial en el nuevo matrimonio. Siguiendo con Mar, se  queda en Huelva enseñando el sistema operativo nuevo a los compañeros del Santander, después de recorrerse toda las sucursales de la provincia onubense realizando idéntica labor. Estaba muy bien considerada dentro del Banco, pero estos monstruos mercantiles no entienden de corazón y si de análisis económicos y financieros. Había que adelgazar la plantilla y Mar se ve obligada a entrar en bolsas de trabajo a través de Empresas de Trabajo Temporal hasta el año 2005; las tristemente famosas por su rapiña ITT del entonces ministro Griñán. Fue, como he dicho, una etapa dura. No tenía ni un día de vacaciones, ni siquiera baja maternal al coincidir con el nacimiento de Marián y por temor a perder su puesto, ni pagas extraordinarias. Salía de noche por la mañana, comía lo que se llevaba de casa y volvía al hogar una vez caída la tarde. Por otro lado, Lorenzo se dedica a hacer las labores de la casa. La comida de los niños, los estudios, vestirlos y demás faenas domésticas. Lo hace con agrado, es un padrazo y estar con sus hijos le encantan y los niños adoran a su padre. Sin embargo, en su interior late como una profunda decepción , como un complejo o trauma de no hacer valer su fortaleza en aportar algo más a su familia. Un trabajo. Ello le hace caer en cierta depresión, se le cae el cabello e incluso deja de salir a no ser para ir a recoger a los niños o hacer la compra.

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Y a Mar se le están cayendo las mentiras del Banco a su alrededor. Le prometen que al próximo contrato le harán el definitivo, pero antes tenía que estar seis meses en la sucursal de Lepe. Es entonces, la primera vez que observo que la voz de Mar se rompe y los ojos se trocan en acuosos. No quiere recordar esa etapa de su vida, las ignominias y ninguneos que tuvo que sufrir a diario. Era considerada dentro del ranking anual de los trabajadores del Santander como uno de los empleados modelos y eficaces y, sin embargo, su labor, experiencia y saber eran constantemente pisoteados. Y el pago fue la mentira y el paro por no dar el perfil después de nueve años trabajando. No obstante, el amor familiar que reina en su matrimonio y su capacidad hace que en el año 2.009 encuentre un nuevo trabajo a través de la bolsa laboral del SAE como trabajadora en la Delegación de Agricultura de la Junta de Andalucía en temas de viñedos y sus subvenciones. Este fue su último año laboral, pero uno de los más felices de su vida. Pero por el horizonte se barrunta el enfrentamiento de la alegría efímera y de la desesperación que trae bajo el brazo el otoño del 2.011.

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El amor lo puede todo. Hace cambiar de color los tonos no deseados y convertir en alegría situaciones difíciles. Los ingresos económicos se ven reducidos notoriamente en la familia, pero Mar se conforma con el roce de la mano de Lorenzo y éste con el tacto de su mujer y el cariño de sus hijos. Y viene un momento de felicidad. Felicidad disfrazada de dolor y con aires de triste despedida. Uno que no es católico, ni agnóstico siquiera, vería lo sucedido como un mal del destino. Es el problema de los no creyente; el no creer. Estaba todo predestinado. Por fin Lorenzo encuentra su puesto de trabajo siempre soñado. El 9 de septiembre de 2.011, fecha de su aniversario de boda, recibe una llamada del SAE para incorporarse a un puesto de Educador de Disminuidos Psíquicos en un colegio. Eso le cambia totalmente la vida, el carácter se vuelve color naranja, ríe y está de buen humor. Incluso disfruta saliendo a la calle, viendo a los amigos. Dios le ha escuchado. El miércoles 14 comienza a trabajar al igual que el jueves 15. Llega a casa radiante, satisfecho, lleno, realizado como persona. Es la hora de dormir, las manos se tocan y los besos se confunden entre los labios. Es el amor y sus cosas. Y suena el despertador y un sonido ronco es expulsado por la garganta de Lorenzo. Se ha ido. Mar lo sabe aunque su cara está aún caliente. Solo le queda cubrirlo de besos. Todo lo demás es un océano de confusión, de llantos, de gritos, de desesperación. Mar deambula, poco después, en la soledad incierta de su casa. Él no se ha ido. Va a llegar. Sonará la puerta, pero sabía que su corazón estaba apagado y fuera de cobertura. Lo seguía queriendo de la misma forma que cuando lo besó y sintió el calor de su piel pero la frialdad de su cuerpo envuelto con rostro indiferente de la muerte súbita.

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Han pasado seis años de aquella fatídica mañana de septiembre. Atrás quedaron sus palabras en la capilla del convento de las Hermanas de La Cruz. “Niñas, a Papá se lo ha llevado un ángel del cielo.”Y las abrazó con todo su dolor aguantando las lágrimas en la garganta. Se secó los ojos a través de una gafas oscuras  y se puso a enfrentarse al futuro, a una nueva vida en soledad con el solo acompañamiento del recuerdo de un amor latente y el sus hijos. Se abrigó en la fé y en la iglesia para buscar una respuesta a su mal destino. Huyó de todo tipo de acompañamiento familiar. Quiso comprender desde el primer instante qué era eso de estar sola, de llevar una casa sola, de educar a unos críos sólos y con unos ingresos menguados hasta niveles difícilmente soportables. Tenía el corazón “arrancao”y le costaba encontrar un aliciente para seguir adelante. La felicidad era Lorenzo y sin él la felicidad, como mujer, no existía. Pero era realista y a falta de antiguos trabajos bien remunerados y considerados, no se le cayeron los anillos en coser horas y horas, como había hecho con anterioridad, para la calle. Curvándose las espaldas y cegándose los ojos entre puntadas y puntadas para conseguir lo esencial para sus hijas. Pero han pasado seis años….

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Y los niños crecen y se siente satisfecha de la dolorosa situación de actuar como padre y madre a la vez. Entonces, le miro a esos ojos que han dejado derramar algunas lágrimas incoloras sobre sus mejillas, y le pregunto si ha cerrado las puertas al amor. Ella me mira con una sonrisa en la cara y esa fortaleza interior que la caracteriza y dice que durante un tiempo todo pensamiento en rehacer su vida era como un acto de infidelidad para ella. Sin embargo ahora no rehuye encontrar de nuevo el amor. Es más necesita amar y ser amada. Incluso en volverse a casar porque la felicidad  está en el amor, en amar, en la familia, en conseguir de nuevo un hogar completo. La miro y me digo que es una mujer que merece la pena. Una mujer que merece ser amada porque ella ha nacido para el amor y necesita amar.