viernes. 19.04.2024
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Cuando hace frío, sube la luz y no hay dinero para encender un calefactor

La subida de la luz supone una vuelta de tuerca para muchas personas que padecen pobreza energética o pobreza a secas. Silvia Carmona cuenta cómo está viviendo un invierno duro sin ni siquiera un brasero
Cuando hace frío, sube la luz y no hay dinero para encender un calefactor

Coincidiendo con la mayor oleada de frío del invierno, el precio de la luz ha alcanzado desde el pasado miércoles máximos históricos. Los expertos achacan la subida a una mayor demanda por la ola de frío, a la escasez de lluvia y viento, que producen la energía hidráulica y eólica, el aumento del precio del gas y al parón de energía nuclear en Francia, que está comprando energía a España. Con todo, la Fiscalía del Supremo ha iniciado una investigación para averiguar las razones de esta subida y podría interponer una denuncia contra las eléctricas si aprecia irregularidades en la fijación de las tarifas. Las críticas de partidos políticos y asociaciones de consumidores por la medida no se han hecho esperar y piden al Gobierno que frene este despropósito.

La subida de la luz es otra mala noticia para los consumidores -se especula que el recibo subirá unos 100 euros de media al año-, pero afecta especialmente a aquellos a los que la crisis ha golpeado más duramente: los que padecen pobreza energética o pobreza a secas ¿Cómo están viviendo la oleada de frío las personas que no pueden pagar la electricidad? ¿Cómo es su día a día? Las respuestas a estas preguntas las tiene Silvia Carmona, una mujer que lleva cuatro años recurriendo a instituciones como el Ayuntamiento y Cruz Roja para pagar el recibo de la luz.

Silvia, que prefiere fotografiarse de espaldas, está "llevando mal esta oleada de frío"; friega con agua fría y no tiene calefactor, se abriga con mantas y aprovecha las horas de sol para calentar la casa. Por eso, intenta no salir cuando se hace de noche, cierra puertas y ventanas y se acuesta antes enfundada en capas de pijamas y camisetas para calentarse. Sobre la última subida de la tarifa eléctrica considera que "es una otra forma de robar a los más pobres"; por lo que pide a las eléctricas que "tengan contemplaciones con las personas que no podemos pagar la luz".

La historia de Silvia Carmona es un drama que hace reflexionar sobre la vulnerabilidad de la existencia, sobre lo fácil que es que una persona con una vida normalizada se encuentre en poco tiempo ante el abismo de no tener para comer. Un cúmulo de circunstancias llevaron a esta onubense a una situación límite de la que lucha cada día por salir. Hace ocho años, Silvia estaba cenando con su madre cuando a ésta le dio un infarto y murió. Fruto del trauma, Carmona perdió el habla, la visión y la movilidad izquierda. En los seis meses que tardó en recuperarse, fallece también su padre de cáncer y se divorcia. Cuatro acontecimientos durísimos en medio año. Tras su baja de seis meses, la empresa en la que trabajaba desde hacía 15 años como técnico de Administración y Finanzas la despide.

A partir de aquí todo es una lucha por sobrevivir, una sucesión de trabajos precarios que no le daban ni para comer. Silvia trabaja en lo que le sale: limpiando casas y cuidando niños y personas mayores, pero ha habido meses en los que no ha logrado más de 200 euros. Sin familia -sólo tiene un hermano con el que mantiene poco contacto-, se ha visto obligada desde hace cuatro años a comer en comedores sociales, y a recurrir al Ayuntamiento y a Cruz Roja para que le paguen la luz, entre 50 y 60 euros mensuales.

El pasado año, Cruz Roja concedió 1.509 ayudas a 980 familias onubenses como Silvia, de las que 165 fueron para el pago de suministro eléctrico, si bien computan como una única ayuda el pago de varios recibos de la luz, como explica la referente provincial del Área de Extrema Vulnerabilidad Social de Cruz Roja, Rocío Pichardo. Los recibos de agua los derivan a Aguas de Huelva, que dispone de un fondo bien dotado para estos casos. El resto de las ayudas se han destinado a alimentos, ropa, mantas, óptica (al pago de gafas para niños pequeños), electrodomésticos y ortopedia.

Esta situación de pobreza ha llevado también a Silvia Carmona a la imposibilidad de pagar la hipoteca de la vivienda que compró con su entonces marido. La reestructuración de la deuda ha provocado un aumento considerable de los intereses y ahora el banco, UCI (Unión de Créditos Inmobiliarios), quiere desahuciarla. "La solución que me da el banco es que alquile la vivienda, le dé 50 euros mensuales y el resto lo ahorre hasta dentro de cinco años, pero yo no voy a comer en comedores sociales y a ahorrar para el banco porque dentro de cinco años pueden pasar muchas cosas", señala Carmona. Por eso se ha integrado en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a la que "cada día llegan más personas con el mismo problema que yo", sostiene.

Silvia, que ha tenido siempre una vida acomodada, siente tristeza, impotencia y rabia por lo que le está pasando: "Nunca supe que era tan fácil llegar a estar sin nada. Se te tuerce la vida como me pasó a mí y estás en la calle, sobre todo cuando te faltan los pilares de tu vida, que son tu familia", reflexiona. Si de algo le está sirviendo esta dura experiencia es "para madurar, hacerme más fuerte y tomar conciencia de mí misma".

Porque Silvia se muestra optimista a pesar de todo: "Tengo muchas ganas de vivir; solo aspiro a unos derechos que me reconoce la Constitución: un techo y un trabajo digno; es todo lo que pido, no quiero ni viajes ni estar en bares, solo un empleo que me permita vivir dignamente". "Mi vida cambiará, esto es cíclico. Ni lo bueno dura toda la vida ni lo malo tampoco, mientras tanto lucho por la vida que tengo", concluye.