jueves. 18.04.2024
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Domínguez Borrallo calla a Ulises. Silencio. Habla Penélope

Domínguez Borrallo calla a Ulises. Silencio. Habla Penélope

En esta ocasión voy a ser muy breve para exponer lo que llamo la parafernalia de la presentación de un libro, poemario o cuadros. Todo suele ser perfecto y cada vez más se perfilan los detalles para que el acto sea supremo. Diría que tanto, tan perfecto en sus detalles, que en ciertas ocasiones, la obra artística a presentar pasa a un segundo espacio.

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He estado en dos de las presentaciones del último poemario de María Luisa Dominguez Borrallo. Penélope en su Odisea. La primera en la Sala de Exposición de la Excma. Diputación Provincial de Huelva y la segunda, prácticamente quince días después, en el Salón de Actos del Colegio Provincial de Abogados de Huelva. En la primera de ella, la presentación contó con la presencia destacada de la alcaldesa de Gibraleón, Lourdes Martín, del extraordinario pintor onubense, Pedro Rodríguez y la moderación del que podemos calificar sin ningún rubor el activista actual de la cultura en Huelva, Diego Lopa.

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La segunda, en el Colegio de Abogados, contó con las palabras del Decano de los Letrados onubenses, Juan José Domínguez Jiménez, cuyo verbo fácil, culto y mordaz siempre es un regalo divino, y la presentación de la autora corrió por parte de la Letrada Mariola Barón, que hizo un extenso y cuidadoso repaso de la antítesis de la famosa obra Ulises. Y digo esto no como crítica al performance realizado en ambos lugares. Ni mucho menos. Si de agradecer fue la presencia del tenor ayamontino Javier Vázquez y de nuestro cantautor moguereño , Nicolás Capelo, mucho más es el esfuerzo por parte de la colegial onubense de dar un paso adelante y a favor de la cultura. Las dos sesiones fueron inmensas tanto en continente como en contenido y Domínguez Bordallo debe sentirse orgullosa de tener tantos admiradores, amigos y lectores, y hacer partícipe del esfuerzo de todos.

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Y todo esto viene a cuento por el hecho de que no me interesa hoy narrar la historia, el cómo. He esperado hasta hoy para contar la intrahistoria , el porqué. Creo conocer a esta mujer menuda, morena de ojos soñadores y relicentes, de labios rojos eternos carnosos y de una voz que declina poesía con ese tono suyo grave tan particular. Una dama del poema que se emociona con cada verso y sueña con cada momento hasta hacerlo mágico y describirlo como tal a los ojos de los demás. La noche, una flor, una música, un cigarrillo que se apaga o una bebida a medio consumir. Todo es válido para ella, porque todo es susceptible de ser hermoso y no hay mejor formar de hermosear ese algo, ese instante, ese momento que a través de un verso. Da igual que este sea íntimo, roto, sensual o social. Da igual, es un verso.

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Y digo de que quiero hablar de la intrahistoria, del porqué de éste Penélope ante la Odisea. Si, porque desde que la conocí, a la Borrallo, supe que no hay nada que le guste más que su segundo apellido y la persona que le dió el derecho a llevarlo. El abuelo Borrallo. Ese señor , idealizado dentro de mi imaginación, como un hombre de aspecto enjuto y manos nerviosas, eternamente sentado sobre un taburete en el patio de la casa. De mirada sabia y culta, como las de aquellos leídos que perdieron la guerra y guardan silencio ante su soledad dolida y se abre únicamente ante el mundo del conocimiento que tienen guardados en sus memorias como prueba indeleble de sus muchas y muchas lecturas. El, Borrallo, y solamente él, es la causa y el porqué hoy estemos hablando de su nieta. La educó en la libertad del pensamiento en una época mezquina en la que éste no valía un ochavo. La enamoró de las letras, de todas y la hizo descubrir mares, continentes , pensamientos, historia, injusticias y muchas alegría a través de la lectura.

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No estoy totalmente de acuerdo con María Luisa cuando dice que Penélope ante su Odisea no es un libro escrito para las mujeres y se basa para afirmar esto en el hecho de que la espera, la de Penélope, es algo eterno que no tiene sexo. Penélope trata maravillosamente una obra de contenido universal en el que sólo se lee, se oye y se escucha las hazañas del héroe masculino, sus andanzas egoístas y valerosas, sus amoríos ante la ausencia del amor de Penélope, la búsqueda del regreso y la llegada, porque Ulises es, como dice la Borrallo, el objeto del deseo. Él y nadie más que él. Penélope, en su personaje, se hace inmortal y universal por su pasividad, por ser la paciente espera, por ser la verdadera gloria nunca reconocida de esa Odisea. Penélope es la mujer, la de siempre, sin lugar concreto ni época. La mujer. La callada, la sabia, la sumisa, la que lleva el peso real de todo proyecto sin que su voz no sea escuchada o al menos oída. ¿Cómo es la voz de Penélope? ¿Cómo será esa voz cuando musita palabras de amor a su amado o cuando pone en raya a otros gobernantes o guerreros ante la ausencia de él? ¿ Cómo serán sus besos o sus lágrimas? Da igual. Es la mujer.

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Y aquí vuelve a aparecer la intrahistoria. La verdad que ella sintió. Penélope no tiene voz, porque la mujer no tenía voz y lo que ha hecho hasta ahora es luchar por tenerla. Y ahí está el abuelo Borrallo cuando mira a su nieta con ojos excépticos al decirle que quería leerla, La Odisea. Él nunca le negó lectura alguna pero no se lo aconsejaba. ¿Porqué abuelo? Todo tiene su momento en esta vida, niña. Pero la niña lo leyó nerviosa, como si ante sus ojos tuvieran letra prohibidas. Desilusionada y con la cabeza cabizbaja se presentó ante el abuelo. No me ha gustado. El viejo la miró y le sonrío a través de esos ojos hundidos por la historia, su historia. ¿Porqué, niña? Pues es que Penélope no habla, contesta ella. Agachó la cabeza para que su nieta no viera sus ojos emocionados y sin mirarla le dijo, pónsela tú. ¿Ahora? No, hija, no. Es el paso de la vida la que te va a dar las respuestas para que se la ponga en boca de Penélope. Y eso es esencialmente éste maravilloso poemario rescatados del baúl de los tiempos gracias a la insistencia de Diego Lopa la primera vez que leyó uno de ellos suelto. La mujer se ha reivindicado a través de una larga y eterna lucha con el paso del tiempo y ha dado lugar al hecho incuestionable de que la vida no se escriba solo desde la visión personal del hombre y si, también, de la mujer.

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En cuanto a su estructura el libro se divide en tres parte. Una primera, “Mientras araño tu espalda”, en el que recoge los días previos de la marcha de Ulises a Troya y en los que Penélope, sin éxito, trata de señalar su territorio. La segunda, “Definiendo ausencias”, en la que Penélope haca un canto amargo a la situación desconocida y grande en la que se ve sumida por la marcha del guerrero. Un periodo que dura veinte años llenos de días grises y días alegres. Y por último, un tercero, “Cuando ya no lo esperaba”, que para mi es esencial y donde la Borrallo se atreve a meterse de lleno en los problemas de la mujer y de la relación amorosa y marital después de veinte años de ausencia. Le importaba a alguien entonces qué sentía ella, cómo palpitaba su corazón, si tenían secas las entrañas. En definitiva estamos ante una gran obra en verso, una obra que de seguro tendrá el valor que se merece, con ese lenguaje tan hastiado, a veces, o tan sensual y erótico, en otras, que solo María Luisa Domínguez Borrallo puede hacerlo. Y por último, vuelvo a mirar al cielo de este paraje en silencio, rodeado de los pinares de El rompido, para darle las gracias a una nube donde creo o quiero creer que va él. Gracias, abuelo Borrallo.