jueves. 25.04.2024
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La confianza en las cuatro direcciones: esa es la buena

La confianza en las cuatro direcciones: esa es la buena

Esta semana quiero compartir con vosotros una certeza que cuanto más experimento y más vivo, más cierta se vuelve: el ingrediente imprescindible para conseguir lo que quieres, hagas lo que hagas, es la confianza en las cuatros direcciones. Por eso en este artículo vamos a desgranar juntos las cuatro claves de la confianza para tener una guía de cómo conseguirla, y lo más importante, de cómo conservarla.

Os preguntaréis que qué es eso de las cuatro direcciones de la confianza, y como habréis deducido ya se trata de considerar que la confianza que de verdad funciona, la que enriquece, la que nos ayuda a conseguir nuestros objetivos, es la que se tiene en uno mismo, se apoya en la que se tiene en el otro, se engrandece cuando el otro deposita en nosotros su confianza, y aún más cuando la otra persona confía en sí misma. Ahí están las cuatro direcciones: yo en ti, tú en mí, yo en mí y tú en ti.

La verdad es que todas las competencias humanas que nos enriquecen alcanzan su mejor versión cuando se completan en esas cuatro direcciones: el respeto, el amor, la admiración… Y desgraciadamente ocurre lo mismo con las que nos destruyen. Pero ahora se trata de hablar de lo positivo, y de la confianza como un acelerador de resultados, nuestros resultados, esos que queremos conseguir con lo que hacemos. Así que empecemos por desgranar las claves de la confianza.

1. La confianza está o no está

La confianza o está o no está, no hay medias tintas. No existe la confianza a medias, aunque a veces queramos expresarlo así; no es posible confiar a veces sí y a veces no. Si esto último es lo que sentimos, simplemente no confiamos. Bueno es saberlo para evitar frustraciones o decepciones innecesarias.

2. La confianza no se pide, te la dan

No sirve de nada pedir confianza, es algo que nos tienen que dar los demás, y de hecho no se reconoce hasta que se siente. La confianza nos la dan o nos la damos a nosotros mismos con una sola moneda de cambio: la seguridad. Así que la única estrategia posible para conseguir la confianza de los demás y de nosotros mismos es dar o darnos seguridad. Así de simple, así de complicado.

3. La confianza es una cuestión de previsibilidad

No hay nada que nos dé más seguridad y por tanto nos genere más confianza que la certidumbre. Y por la misma razón, no hay nada que dañe más la confianza que la incertidumbre. Así que ser previsibles nos hará confiables para los demás, y conocernos bien en nuestras reacciones y comportamientos nos hará confiables para nosotros mismos. Aquí, la mejor estrategia es la integridad, o como mínimo la coherencia. Porque eso de pensar, decir y hacer lo mismo nos hace muy previsibles, y por tanto muy poderosos.

4. La confianza se construye lento, y desaparece rápido

La confianza es recelosa, y necesita tiempo para afianzarse, necesita la seguridad generada en la previsibilidad comprobada muchas veces. Y por el contrario, desaparece muy rápido, como un animal salvaje temeroso que huye en segundos ante cualquier movimiento inesperado. Así que, ante un golpe inevitable a la confianza, el único paño caliente que podemos usar es la sinceridad. Si has de romper las expectativas propias o de los demás y por tanto quebrar la seguridad, procura ser sincero desde el principio para hacerlo con el mínimo de daños posible. También contigo mismo.

La confianza es el ingrediente mágico que nos hace mucho más efectivos, acelera los resultados individuales y colectivos, y genera automotivación ganadora en personas y en equipos. Es la base de una sana autoestima y el pilar de las relaciones más fructíferas entre las personas. Ni te imaginas lo poderosas que hace la confianza a las organizaciones cuando ésta es la conexión entre las personas que la forman y le dan sentido dentro y fuera. Crear confianza es un eje estratégico de gestión empresarial, y es el más poderoso en la gestión personal. ¿Confían en ti? ¿Y tú, confías en ti?