miércoles. 24.04.2024
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María Luisa Domínguez Borrallo, el cantar sin Día de la Mujer

María Luisa Domínguez Borrallo, el cantar sin Día de la Mujer

Por Miguel Ángel Velasco

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Recuerdo en una calle de aroma poético donde aún por la mañana suenan los pasos perdidos de una bohemia encontrada en una ciudad que pretende encontrarse de la nada, dialogaba con María Luisa Domínguez Borrallo , sentados en uno de esos bares con sabor a letras impresas, sobre la técnica o la forma del verso. ¿Te gusta la poesía?, me preguntó muy sería clavando en mí esos ojos atigresados de fuerza y calor y color. No, le respondí con naturalidad, prefiero la prosa. Me habló de la dificultad de la poesía , del estudio y la construcción de la estrofa libre, del vaciamiento de los sentimientos apresados por las palabras. Yo asentía pero le decía que la poesía estaba en la voz, en la entonación, en la modulación de la palabra. Creía y creo en el realismo mágico como magia tiene la prosa poética. Ella dudó y ahí quedó la cosa.

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El tiempo se nos desbarató en la boca entre sorbos de cervezas y miradas que cada vez se iban convirtiendo más cómplices, más amigas. Y como tal, con la unión que da esa amistad rápida pero fuerte recién nacida, hablamos de lo humano y de lo divino, del hombre y de la mujer. La mujer y el hombre. Nunca entendí esa diferencia, le dije con convencimientos y recuerdos juveniles. Para serte sincero me di cuenta de esa diferencia al estudiar el primer curso de Derecho, cuando ese año, el uno de mayo de 1975 se había derogado una ley por la que se prohibía a la mujer firmar contratos, sea cuales fueres. Esto es, se le había estado negando la capacidad de negociar, se le había estado castrando el derecho natural a hacer y decidir. Te dije de golpe como el que había descubierto el mundo. Tú me sonreíste como si ello no te sonara extraño. Claro eres mujer y conoces esas amputaciones desde el vientre materno. No te hace falta estudiarlo u oírlo. Eres mujer.

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Y la cosa se aparcó con calma, con el sosiego agrio de saber que las cosas habían cambiado en su envoltorio pero que quedaba mucha podredumbre en su esencia. Y te dije, picándote, que no eras capaz de escribirme prosa poética, que los poetas os vaciáis en el abstracto de una alocución unipersonal intentando conseguir un público fiel que percibe sobre una misma palabra matices diferentes. No me retes, me decía. Me encanta esa fórmula, es trabajosa pero me encanta.

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Y esta mañana, Día Internacional de La Mujer, qué odiosa etiqueta, machista y diferenciadora- recibo un correo con un título:

LA CARTA QUE NO HAS QUERIDO LEER

Quizás porque no me hayas mirado detenidamente no has descubierto en mí lo mucho que te falta. Quizás por quedarte prendido de mi falda no has trepado hasta mi pensamiento. Es cierto que no soy igual que tú, nunca he querido serlo. Soy mujer, me gusta ser mujer, estoy cómoda en mi cuerpo y en mi género. No te quiero igual que a mí, me gustan nuestras diferencias y lo mucho que puedan aportarme, somos distintos, heterogéneos, complementarios.

No creo en la superioridad de un sexo, no me mires de reojo, no soy el enemigo, soy la otra mitad del mundo, el reverso de la moneda. Soy la voz callada buscando eco, los versos que faltan en el poema, los puntos que ya no se suspenden en el aire, la vida buscando la vida. La luna que viene a realizar su trabajo cambiando las mareas de los tiempos de opresión. No soy ni tu sombra ni tu almohada, soy tu compañera.

Descúbreme en tus vacíos, en tus espacios en blanco que siempre he sabido rellanar, como tú debes aprender a rellenar los míos. Estoy en el tic tac del reloj, en las nubes, en los senderos y en todos los caminos que te propongas andar. No entiendo como no has podido verme, llevamos toda la eternidad tropezando y es hora que nos miremos de frente y nos veamos el uno en el otro.

Busquemos un punto de encuentro en el equilibrio y que este nos acerque. El mundo es un puente que se apoya en dos pilares llamados hombres y mujeres y estoy cansada de ser un titán.

Somos los platos que equilibran la balanza, colócate en tu sitio sin usurpar el mío, haz que esto funcione aceptando que soy libre y diferente a ti. No contamines mi identidad si no quieres que siga de forma absurda arañando paredes.

Soy mujer y como tal reivindico mi lugar en la sociedad. Soy mujer y nunca quise ser otra cosa, no quiero tu sitio, no quiero ser hombre…solo espero  ocupar mi espacio y que se valore mi importancia.

María Luisa Dominguez Borrallo.

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El correo iba firmado por ti, María Luisa Domínguez Borrallo. Me quedé mirando la pantalla nublada del ordenador sin darme cuenta que lloraba. Me habías traído con un escrito toda la verdad de la poesía a través de la prosa. Maldita sea, Domínguez Borrallo, de haber puesto mi corazón al descubierto y mi alma herida por tu sensibilidad. Y ese contenido era como una canción al recuerdo de aquella nuestra primeriza conversación, una contestación en alto que solo el espíritu libre salido de la esclavitud moral y física puede murmurar. Te queremos, María Luisa Domínguez Borrallo por este regalo tan inmenso que nos has hecho a este género desangelado y cautivo de su propia historia. El hombre.

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