jueves. 25.04.2024
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Ana Calero Amor

Cordobesa de Pozoblanco, Ana Calero pasó su infancia en este pueblo, capital de la segunda comarca más extensa de Andalucía, Los Pedroches. Nada ni nadie le iba a ser creer, por aquél entonces, que su futuro transcurriría en otra provincia en la que la denominación a un trozo de madera era tarugo. Ella que era del pueblo de los tarugos.

Pero pronto dejó su hábitat natal para irse a estudiar bachiller superior y PREU a Las Teresiana de la capitalina Córdoba. Tenía muy claro que quería estudiar Derecho y para ello, al carecer la capital de ésta facultad, no se instauraría hasta principio del setenta y seis del siglo pasado, marchó a Granada. Y en Granada comenzó una chica rubia, muy estilizada y de linda cara en la que resaltaban unos expresivos y vivaces, casi voraces, ojos verdes melosos, su andadura por el dogmático mundo legal de entonces.
Pero era su pasión. Como pasión, unida a un amor real y auténtico, era lo que le llegó con la etiqueta de Huelva en la figura de un gran hombre de esta provincia, Gerardo Rojas, en el corazón de todos, que le atrapó el paladar de Cupido. Amor a lo grande, amor eterno. Lo compaginó con sus estudios jurídicos hasta que el primero, el amor, se impuso sobre otros deberes más "prosaicos" y se casó. No por ello abandonó sus estudios sino que supo conjugarlos con su nueva realidad familiar hasta que logró licenciarse.


Así que a finales de los setenta, Ana Calero se asienta en Huelva y tiene una pareja de hijos, niño y niña. Sin embargo, cosas del destino, no iba a ser la única Calero Amor que se radicara entre los onubenses. Otro hermano suyo, proveniente igualmente del mundo del Derecho, Miguel, hizo patria de onubensismo quedándose con nosotros, una vez acabada su carrera profesional, rica y reconocida. Ana Calero está enamorada del Derecho como dijimos y por ello comienza el ejercicio de su Carrera dándose de alta como Abogada en el Colegio Provincial de Abogados de Huelva y, además, corre el año 1.980 cuando ingresa en la Diputación Provincial tras aprobar las oposiciones de Técnica de la Administración General. Pero ella es una mujer con enorme capacidad de sacrifico y hace conllevar como puede y satisfactoriamente las labores familiares con las profesionales. Y quiere más, no se detiene simplemente en lo logrado. Le gusta saber, aprender a través de conocer in situ lo que toca y habla. Los problemas reales en su aspecto real y no en la frialdad de las estadísticas o informes técnicos. Así, que, en el año 2.000, comenzado el siglo se presenta y aprueba las oposiciones como Letrada del Cuerpo Jurídico de la Administración Local. Y es en este cargo, en esta responsabilidad administrativa, cuando empieza a conocer y meterse dentro de la piel de la realidad provincial. Recorriéndola de norte a sur y de este a oeste, palpando los asuntos, escuchando los problemas y viendo las necesidades.
Y ahora, a final de este año, en plena madurez personal y profesional, se jubila. Pero llega a esta meta, como ella dice, interpretándola como Jubileo. Tiempo de gozo para seguir viviendo, aprendiendo, amando aún poco a poco y un tanto más cada día. Y ustedes se preguntarán, ¿ qué hace una mujer del perfil de Ana Calero Amor dentro de este reportaje? Y yo le responderé brevemente porque es muy fácil. Desde que la conocí sin que me conociera admiré el semblante físico de ella, su saber estar, su estilo y fundamentalmente su distinción que la hacía estar sin estar estando . Supo ser la compañera ausente y presente e ideal notando los demás su estar porque sin ella todo hubiera sonado distinto. Pasó el tiempo y volví a verla, y su esencia continuaba dentro de ella en estado de efervescencia. No es mujer que se deja ir por los derroteros vacíos de la vida y de los años, sino llenándolos, enriqueciéndolos. Y hoy, en honor de la verdad es una dama en plena madurez, elegante en el silencio y sencillez de la apostura con la que se nace, y ella lo hizo, y sorbiendo sin prisas la vida porque ésta, la vida, es mucha y le quedan todas las energías del mundo de disfrutarla aprendiendo, amando, viviendo.
Me siento ante ella y la miro. Sonríe a medias mientras esos ojos suyos se te clavan escrutándote. Su expresión es inteligente, profesional, mundana, de conocer la ida y venida de las cosas. Invita pero retiene. Atrae pero conserva la distancia.


- ¿Qué entiendes por elegancia, Ana?
- Mira, si tomamos las cuatro acepciones que nos da el diccionario de la RAE, podemos entender como tal la forma bella de expresar los pensamientos, Pero si lo adjetivizamos, podemos decir que es aquél dotado de gracia, belleza y sencillez; o airoso, bien proporcionado y de buen gusto. Y una última acepción nos lleva a la persona que se ajusta a la moda. Pienso que sin los requisitos de gracia, belleza y sencillez, por un lado, y el de ajustarse a la moda, por otro, no se puede ser elegante. Se puede estar bien vestido, pero eso es otra cosa. Por lo que debo concluir, desde un punto de vista estrictamente teórico, que elegancia es aquél don donde se compendian los cuatro requisitos recogidos en nuestro diccionario.
- Tú como mujer trabajadora que eres cómo sueles vestirte por la mañana.
- La idea básica es la armonía y la sobriedad. Parto de ahí y sobre esa base puedo permitirme hacer los look que me venga en ganas. Siempre dentro de una tendencia acorde a la responsabilidad que tienes en el trabajo, pero dándole un punto sutil que recoja tu propia personalidad. Generalmente lo que utilizo son los trajes de chaqueta con pantalones o faldas y los colores son variados. Me gustan mucho los blancos, los tonos tierra, los rojos y negros.
- Y terminada tu jornada laboral, por la tarde, si acudes a una cita o a ver una exposición con unos amigos, ¿Qué elijes?
- Me relajo bastante. Es como si me quitara esa etiqueta de responsabilidad que la responsabilidad social o la etiqueta te dan y surge la auténtica Ana Calero. Miro el armario y punto. Casi seguro que lo que por lo que opte, tanto en ropa como en calzado, será lo más cómodo que encuentre. Por supuesto, todo dentro de mi estilo y personalidad. No me gusta ir hecha un adefesio a ningún sitio, eso no va conmigo. Mira, te voy a contar una cosa. En verano, al vestirme, si me preguntan en casa que qué me voy a poner contesto invariablemente que "mi disparate".


- Y llega la noche, Ana. Piensa que nos vamos de fiesta o a cenar y veo que apareces con...
- Pues apareceré como la noche de negro. Y seguramente con un traje que refleje la silueta lo máximo posible, con un corte perfecto. Como mantengo que la elegancia es fundamentalmente sencillez prescindiré de joyas ; en todo caso algo distintivo. El pelo recogido, mis tacones altos y mi cartera de mano. ¿Qué te parece?
- Qué me va a parecer, Ana. Pienso que eres de esas mujeres que ha ido subiendo todos y cada uno de los escalones de la elegancia y reúnes todos y cada uno de esos requisitos que nos plantea la RAE hasta convertirte en una palabra que me encanta, Dama. Pero volviendo a otra cosa para terminar. ¿Cómo ves desde el término elegancia la situación de la Huelva actual, con respecto a la mujer?
- Mira yo te voy a ser totalmente sincera y clara, como, por otra parte, suelo serlo en todos los órdenes de la vida. Yo llegué a Huelva con una edad que tienes cuerpo para taparlo con la moda que te gusta y disfruta. Esa edad en la que te sienta bien todo, pero quieres también probarte todo. Y en Córdoba y , en mayor medida, en granada existía. Allí había vida social y las personas intentaban estar en el mundo. Intentaban algo tan importante en la elegancia como es el Ser y el Estar. Y, como te iba diciendo cuando llegué aquí el ambiente era desastroso en todos los sentidos y en la elegancia en particular bochornoso. Ten en cuenta que a mayor grado de nivel cultural y social mayor grado hay en el conocimiento cultural de la elegancia. La cultuta hace a la persona elegante. En Huelva había unas cuantas familias burguesas que pretendían vestir bien pero lo que hacían era gastar dinero. Aquello no era ni elegancia, ni era moda. Era el absurdo provinciano total.
Sin embargo, aquello ha pasado en parte a la historia. Se va evolucionando, pero en Huelva sigue existiendo una directriz de elegancia de contenido, aparente. En Huelva, a la más elegante o mejor vestida o la miran o no se ve. Hay cuerpo bonitos, muy bonitos, pero los cuerpazos no hacen la elegancia. Para ser una joven elegante, y digo una joven porque la que no es no puede serlo, se ha de tener una buena forma física y ser y estar mínimamente cultivada intelectualmente.
Me levanto y ella espera elegantemente que la bese para despedirme. No ha movido un músculo de su cuerpo ni un gesto ha terciado para corresponderme. Sin embargo, en la relajación de éste, en la media sonrisa de su blanco rostro y, sobre todo, de sus ojos verdes melosos se desprende una sencillez estática, una dignidad natural que hace sentirte satisfecho y convencido de y con ella.

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