viernes. 26.04.2024
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Opinión

Supercañete

Sé que es un tanto extraña la columna de esta semana. De ciencia ficción. Pero tiene su moraleja.

Hace unos meses, una periodista de “El País” preguntó a Marvin Minsky, considerado el padre de la Inteligencia Artificial (IA), si algún día una máquina podría tener sentido común. “No hay ninguna razón para pensar lo contrario”, manifestó. Así, sin titubeos, expresó su certeza de que se crearán máquinas al menos tan inteligentes como los humanos (ciertos humanos, apostillaría yo), aunque el principal escollo para que se logre en poco tiempo es la falta de recursos y de investigadores. Marvin Minsky, quien a principios de año fue galardonado con el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación, es uno de los creadores del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), donde se piensa en el futuro y se explora en la tecnología para que ese futuro sea más tangible. Más “vivible”.
Pero, ¿qué se busca cuando hablamos de inteligencia artificial? Principalmente, que los ordenadores y los robots hagan tareas, hablen y piensen como los humanos. Lo primero y lo segundo se está consiguiendo; ahora es momento de ponerse manos a la obra en la obtención de lo tercero. Hoy en día, entre un robot y una persona habría que preguntarse quién ganaría en una hipotética batalla de los cerebros. Seguro que en el cálculo matemático serían los robots quienes lo harían mejor, más rápido. De la misma manera que no hay duda de que donde claramente ganamos los humanos es en el de la capacidad de pensar de forma creativa respecto a un tema “debido a nuestro neocórtex evolucionado (la parte del cerebro que ve, controla el cerebro, entiende el lenguaje y realiza cálculos), y a que se nos ocurren soluciones radicales y originales”.
Georg Gottlob, científico austriaco que trabaja en los algoritmos de la IA, afirma que si se quiere dotar de sentido común a las máquinas, hay que inventar lógicas semejantes al razonamiento humano. "Si una persona descubre, por ejemplo, que su coche no está donde lo había aparcado, es perfectamente capaz de razonar, de forma automática, que la causa podría estar detrás de un robo o de la grúa. Las máquinas son incapaces de interpretar "incongruencias" o datos que no coinciden con lo esperado". Es decir, el reto pasa por dotarles de sentido común.
Todo esto, sin embargo, ¿se puede volver en nuestra contra? En palabras de Stephen Hawking, quizás el físico de mayor renombre en la actualidad, la inteligencia puede ser el mayor acierto de la historia humana, pero, advierte, también nuestro mayor error. Y el último. En un artículo publicado en “The Independent” junto con otros científicos, dice que los beneficios potenciales podrían ser gigantescos, pero que no podemos predecir lo que podría ocurrir cuando la IA sea magnificada, tanto para lo bueno como para lo malo. Claro, que hay quien no cree que los robots con IA lleguen a rebelarse y a destruirnos. “Como mucho –afirma Nando de Freitas, profesor de Informática en la Universidad de Oxford- se rebelarían para impedir que sigamos matándonos entre nosotros”.
Esperemos que sea como dice este último y las máquinas no se apoderen del mundo y de nosotros. Aunque, ojo, son femeninas, y ya lo ha dicho Arias Cañete: “"el debate entre un hombre y una mujer es muy complicado". "Si haces un abuso de superioridad intelectual, parece que eres un machista y estás acorralando a una mujer indefensa". Y eso no lo quiere. Salvo que sea estrictamente necesario. En ese caso, “si soy yo mismo, me temo. Entraría a matar".
Vamos, que se preparen las máquinas. Ellas tendrán a las supercomputadoras Deep Blue, que ganó al campeón del mundo de ajedrez Gary Kasparov, o a Watson, de IBM, que en un concurso de preguntas derrotó con facilidad a sus rivales humanos.
Pero nosotros tenemos a Supercañete.

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