jueves. 18.04.2024
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Opinión

Los gatos del cementerio

(Dedicado a los amantes de los gatos)

Vengo ahora mismo de un funeral, con el ánimo gris que le deja a uno el lugar de los últimos adioses. Cuando se sale por la cancela de esa terminal por la que hemos de pasar todos, una melancolía ya familiar impregna la visión del derrotado cansancio de la familia más allegada al difunto, el desmayado consuelo de las frases vacías, los deseos de volver a vernos en algún sitio más alegre...

Decididamente, la morada donde viven los muertos es uno de esos barrios al que nadie querría mudarse. Pero como no está en nuestras manos mantener tal decisión, la única forma en la que podemos evitar el empadronamiento en uno de sus sectores un día u otro, pasa por dejar establecida nuestra preferencia de escaparnos por la chimenea de su crematorio convertidos en volutas de humo, aunque humo enamorado, diríamos parafraseando al poeta.

Sin embargo, a pesar de todos los pesares, nunca mejor dicho, hoy me he sentido reconfortado en cierta manera. Durante las últimas visitas a la sede de las tristezas, me sorprendió la presencia de una nutrida colonia de gatos que se ha afincado en sus jardines, amparada por los setos de tuyas. Me he acercado expresamente a ver cómo les iba la vida, y he quedado gratamente sorprendido de lo bien que lucían los mininos. En uno de los parterres, protegidos del frío airecillo de la mañana una decena de gatos tomaba el tenue sol que conseguía traspasar el nublado mañanero. Allí estaban tumbados formando un círculo casi perfecto, dándose calor unos a otros. La escena era conmovedora.

Ni siquiera se asustaron al verme. Cuánto sentí no llevar la cámara. Los he visto gorditos, limpios y guapos. Los había de todos los tipos y colores. Me pregunto cómo empezaría a gestarse la colonia. ¿La iniciarían algunos de ellos que se quedaron a guardar el sueño eterno de sus amos?

Me confesaba un empleado amigo, que personas amantes de los animales los alimentan, y que de vez en cuando una sociedad protectora de animales recoge a algunos de ellos. El toque de vida que aportan los pequeños felinos al lugar de la muerte es entrañable y consolador. Por eso espero que los dejen seguir custodiando el atrio en la casa de la tristeza. Servidor querría creer que, el día en el que haga allí su última entrada, los gatitos saludarán su tránsito atmosférico.

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