viernes. 26.04.2024
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Opinión

Los otros diferentes

Me decía una querida amiga que en mi artículo titulado Los diferentes se me habían olvidado otros diferentes: los "locos". Tenía razón, se me quedaron en el tintero; ni siquiera los mencioné en los variados ejemplos que ponía. ¿Me habría traicionado el subconsciente? Es posible que guarde en el trastero de los recuerdos no deseados aquellas imágenes de La Morana. Puede que el maldito nombre me devuelva el deplorable espectáculo que los niños mirábamos con asombro: los internos encerrados tras una reja, a modo de verdadera jaula de las desdichas mostraban sus frecuentes desnudeces, sus soliloquios y sus soledades individuales, en aquella soleada terraza orientada al sur, donde la sociedad los mantenía confinados.

Por entonces a la mayoría de los enfermos mentales se les incluía en una especie de cajón de sastre, desde el que eran sometidos a tratamientos hoy percibidos con la distancia del tiempo como brutales o inadecuados. Pero es lo que había: a los locos había que encerrarlos, y punto. Se hacían chistes a costa de ellos, e incluso se cantaban fandangos de su infortunio desde la piedad: "Un día entré en un manicomio / me pesó de haberlo hecho / había una loca en el patio / que sacaba y daba el pecho / a una muñeca de trapo."

Han transcurrido décadas desde aquello, y sin embargo el tabú y el estigma social planea sobre este tipo de enfermedades, que en mayor o menor medida todos podemos padecer en algún momento. A pesar de los buenos propósitos actuales, al enfermo mental se le sigue marginando, en muchas ocasiones como a una especie de apestado social, y clamamos enseguida por su confinamiento tan pronto como percibimos el menor signo de amenaza para nuestra integridad; además de que cualquier otra discapacidad es aceptada con más comprensión y benevolencia por los posibles empleadores de estas personas, lo que deviene en su indefensión y marginación social.

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